Plaza de Toros de València, 19 de julio de 2014. Primera de la Feria de Julio. Novillos de López Gibaja, de correcta presentación y de variado comportamiento. Encastados en general. Bravo el tercero y nobles segundo y quinto. Manso y complicado el cuarto, rajado el sexto. Fernando Beltrán (silencio y silencio tras aviso), Filiberto (palmas y dos vueltas tras petición) y Aitor Darío 'El Gallo' (silencio tras aviso y vuelta al ruedo). Un cuarto de entrada (unos 3.000 espectadores).
Arrancó la Feria de Julio en acto de valor. Alzar una bandera con tanta historia es un lujo que debería ser placer, honra y ejemplo. Pero los tiempos vienen mal dados y hoy es un mérito, más cuando cualquier compromiso se vende por un simple día de playa y el que más y el que menos se borra dejándolo para otra ocasión, cuando los tendidos se llenan con mejor inercia. Pero cuando de arrimar el hombro se trata, el contenido asoma con justeza, y los que quedamos tratamos de arreglarlo con marketin. Vaya papeleta, oiga. La emoción del toreo no entiende de milongas ni de "lo mejor es que lo dejamos para Fallas". ¿Tú sabes?
La torería prendió fácil en el inicio de Sant Jaume. Cartel de personalidades definidas. Y eso que era una novillada. Da gusto encontrarse entre los novilleros a tipos así, como Fernando Beltrán con es torería natural, para nada fingida o amanerada, que brota a remaches. Cuando se abre de capa y coge el aire y se hunde. En el remate soltando capa a una mano derramó su alma de artista. Y a la segunda tanda sobre a diestra, cuando el muletazo subía la cuesta, se arriñonaba el torero y el novillo ofrecía tras los vuelos su mejor embestida. Así. Faena breve, que marcó cuando se fue apagando al ofrecer las tablas a un novillo noble, pero justo de fondo. En los adentros costó más todo. La estocada cayó a la tercera. La torería quedó sin premio.
Y premios a repartir hubo unos cuantos en la buena de novillada de López Gibaja que contuvo la casta y se explicó con todo sus matices. Del bravo tercero al manso bruto y complicado cuarto, pasando por la boyante nobleza de segundo y quinto. El borrón lo puso el desrazado sexto, pero aun así se dejó.
El segundo se estrelló de salida contra las tablas en un intento del todo fallido de brincar al callejón. Lo acusa, andares tambaleantes y embestida a media altura. Filiberto lo cuida tras otro tumbo. Con alfileres las fuerzas. Con las yemas cogió el capote El Gallo de Cuenca, debutante hoy con picadores y con carné de alumno de la Escola de Tauromaquia de València. El quite por chicuelinas con gusto, pellizco y aires de torero hecho. Luego se demostraría lo mucho que le queda por andar.
Filiberto da la impresión de novillero con oficio. Tal vez excesivo. Le tomó rápido y fácil el hilo a la buena embestida del tal 'Osito'. En redondo, templando el buen tranco. Pero falló el fondo, los trompazos de salida jugaron a la contra. Buena gestión en la corta distancia, pero tras pinchazo hondo no hubo tino con el descabello.
'Cañito' fue bravo. Un novillo bravo de López Gibaja. Con él se estrenó con los del castoreño El Gallo. Menudo papeleta apodarse así y querer ser torero. Condiciones haylas en el chaval, pero el debut fue un aviso sobre la dureza del camino. Así, se encontró con 'Cañito', que se fue al peto por dos veces con galope alegre y metió lo riñones y empujó abajo. La bravura es alegría y así que iba a cada cite. Pero el enfoque de Aitor Darío para la faena no fue acertado. Entre las rayas 'Cañito' no se pudo expresar. La ternura y los nervios del momento jugaron a la contra de una bravura que humillaba con temple tras las telas. Faltó decisión a la hora de ligar y a la hora de citarse con el novillo en los medios. A izquierdas ya avanzado el trasteó se vio más al toro. El desarme, un aviso y la voltereta. El bravo al final acabó pareciendo un barrabás. Con el sexto se desquitó este Gallo que tiene formas para cacarear alto. El cierraplaza fue muy rajado y descastado, y más que embestir, quería irse. Como si la franela fuer una puerta que se abría. Y más que embestir empujaba sin ir metido en el trazo del muletazo que Darío revestía con el empaque suyo. Se dio una vuelta al ruedo y todo.
Muy aprerado de cuello y morrillo el cuarto. En basto y bruto, como al final acabó siendo. Distraído y sin celo de salida. Para hacerlo descolgar hay que obligarle y llegarle mucho. La segunda vara sentencia: manso. Tres varas. Dos, yéndose se najas. Otra película en banderillas, aprieta, recorta y galopa como nunca antes había hecho. La raza se palpó en el último tercio. Beltrán se metió en los terrenos del toro. Éste embestía a puñetazos,.por dentro, por encima del palillo, con mala leche. Menos malo por el izquierdo. La actitud de Beltrán y los golpes de torería en airosos molinetes y remates. La voltereta llegó cuando le sopló un natural con los vuelos. Hasta ahí fue un cabrón el bicho. Seria actuación del de Faura, que incompresiblemente se fue entre silencios que no hacen más que poner en evidencia el escaso nivel de la afición de esta sacro-santa plaza de toros de València.
Filiberto tiene facilidad, esa que demanda la modernidad. Templa y recoge bien las embestidas y las suelta allá a lo lejos. Tiene condiciones. A la nobleza boyante del quinto le dio fiesta. En los medios, con prestancia y envergadura. Qué faltó: sal, alma. Sobró mecanicismo. Arrimón y circulares al epílogo. La estocada casi entera y la petición de oreja. La pidieron los del autobus y el resto. Una mayoría. El presidente la negó. Tal vez porque en el toreo espera encontrar más cosas, pero eso no lo dicen el reglamento. A ver si el rasero sigue en próximas ocasiones, porque estamos en las de siempre. Y la verdad, una orejica de más o de menos en València no va ningina parte. Esa es la triste realidad.
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