22 agosto 2016

desde cella, otra mirada a una semana clave de la temporada taurina

Ha arrancado Bilbao. Puerto de primera. Palabras mayores. Glamour y clavel pasaban por Cuenca en la fiesta 'a modo' y el ejemplo torero de Cristina Sánchez También por Málaga. Donde Roca Rey se puso donde quema y se quemó. O Fortes toreo para sí. La cátedra venteña supone siempre un escalón o dos o tres por demás y lo volvió a demostrar. Si la semana pasada se reivindicaba Román. Ésta, hoy mismo, con un corridón de Bañuelos se (rerere)reivindicaba Javier Jiménez abriendo la puerta grande de Madrid. Uno de esos jóvenes que ha venido madurando su torería con nota diferencial. Un clásico entre tanto toreo de factor sorpresa. El de Espartinas se veía venir y ahora da gusto verlo. El cambio sigue pidiendo paso en una temporada en la que se le ha visto cuajar varios toros en las pocas ocasiones que se le han brindado.


Así se va apurando un mes de agosto, cénit de la canícula taurina que hemos divisado desde la Sierra de Albarracín , desde Cella, donde el punto álgido fueron dos novillos bravos de Los Maños, uno de ellos indultado, 'Palmero' 22, con escasos 'peros' en la sesión de sábado.

La sesión de domingo fue de tostón(ako) sino fuera por la vida propia de la plaza con todo el pueblo ahí representado. Vísperas de mucho, tarde de nada se se puede contar de otra manera.

Así:

A una hora del festejo la plaza parecía como despertarse de la siesta con el rejoneador Munera calentando con su cuadra y los caballos de picar y del arrastre preparándose en el silencio de una estampa de hoy como de hace medio siglo. Amarillento final de verano.

Más abajo, adentrándonos en Cella, la gente hacía tiempo a la sombra. Café, copa, tertulia y la charanga de Mora de Rubielos que atacaba con un medley de la Carrá. "Para hacer bien el amor hay que bajar al sur" alimentaba las ganas de toros.


Plazas como la de Cella te lo cuentan todo a través de familias enteras, desde hasta tres generaciones de camino a la plaza, asomándose al patio de caballos que es público o al silencio del patio de cuadrillas que como siempre no deja de impresionar: ahí empieza otro mubdo; la tarde de toros se huele y se palpa bien de cerca. Aquí no hay nada que esconder. Ni el cadáver del toro arrastrado, porque el desolladero está 500 metros cuesta arriba. El burdo marketing antitaurino cae por su propio peso ante la naturalidad y la vida del pueblo.




La novillada, dos y dos más uno, y dos novilleros más un rejoneador estuvo huérfana de casta, raza, poder y toreo. Munera se estrelló a caballo con el mansísimo de Sorando y con el sobrero que le regalaron falló él. Los de Partido de Resina apuntaron nobleza, pero se quedaron en la falta de raza y el escaso poder. Javier Marín dio un paso atrás y Juan de Castilla dejó mejor impresión, pero pecó de encimista.



La juventud, el tendido intergeneracional, la compañía, las medallas olímpicas o la merienda que nos encontramos le dieron sentido a todo. Y así regresamos a Bronchales cayendo la tarde.





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